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Pocas veces, por no decir ninguna tenemos la enorme suerte de que una pareja se vistan el día de su boda juntos.

Pero en esta ocasión pasaron esas cosas que casi nunca pasan:

El día amenazaba lluvia, no un calabobos, sino una tormenta en condiciones y por arte de birli birloque durante la tarde el cielo nos dio una tregua, aunque las nubes nos acompañaron en todo momento.

Los novios nos esperaban en una suit del hotel Madrid Tower, nada más y nada menos que en la planta 25, así que en esta ocasión me decidí por subir en el ascensor. Si hubiera sido la octava o incluso la décima hubiera hecho lo de siempre, subir andando.  Y cuando llegamos las vistas porqué no decirlo: eran espectaculares.

El día prometía y cumplió. Cumplió tanto que ni siquiera la novia estaba nerviosa. Me dio la impresión de que Carlos lo estaba mucho más que Sonia. Pero eso daba igual, yo me quedaba observando a través el visor como se miraban los dos. Parecía que fuera la primera vez que se encontraban y que en ese momento como la primera vez empezaron las mariposas en el estómago a revolotear.

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